Jueves, el día de las chachas ¡uff! Que calor. Agosto transcurría en todo su esplendor; había que ser un atrevido salir a la calle a la hora de la siesta. El sol implacable te acogotaba el pescuezo, pero no se podía negar. Su mujer Betty era cansina a más no poder y se le había metido en la cabeza durante el verano, de vacaciones, hacer pulseras para entretenerse. Los moros por la playa las iban vendiendo a un euro y ella ducha en trabajos manuales no se le pasaba por la cabeza tener que pagar esa cantidad por una pulsera pudiendo hacerla ella. ¡Por Dios que derroche! Murcia, San Pedro, el mar menor; es inaguantable el calor que hace. Hasta las gaviotas piden auxilio.
– Vale, después de comer te llevo al chino y compras las bolitas y el cordel que necesites y me dejas en paz cariño. –le dijo Kevin a Betty harto de escuchar el mismo soniquete todo el rato: –me aburro cariño le repetía una y mil veces.
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