Desde hace algún tiempo, todo me da miedo, el cielo cuando comienza a oscurecer, aquellas puertas que se cierran tras de mi y la calle con el bullicio de la gente circulando sin sentido, ancianos ayudados por jóvenes necesitados de dinero para poder sobrevivir, amas de casa cargadas con bolsas, emigrantes perdidos. Estudiantes con rostros lánguidos buscando un cliente y aquella joven de rostro moreno que en una esquina mira a los hombres para poder sacar de ellos unas monedas y de esa manera poder soñar con un futuro mejor, aunque tenga que aguantar las ganas de vomitar en cualquier oscuro rincón del parque, que ajeno a sentimientos y dudas, deja que se balanceen las hojas de sus árboles, para asi, acariciar a los pájaros, testigos mudos de lo cotidiano.
Me siento viejo, me doy cuenta de ello cuando a veces se me olvida escribir mi nombre y veo que las palabras no significan nada, si acaso un momento de consuelo o como ahora, una esperanza para la chica de rostro moreno que se acerca a mi.
-¿Quiere que le ayude?
-¿A qué?…-le respondo malhumorado aunque al mirarle con detenimiento, me fije en sus ojos entre verdes y azules, difíciles de olvidar aunque no recuerde ahora nada.
-A lo que quiera.
-Yo no quiero nada.
Será por pura paranoia, o por la vejez, o quizás sea porque tal vez no encuentro mi lugar en esta sociedad que avanza rápida y con frialdad, por lo que me muestro enfadado. Sigue leyendo →
Debe estar conectado para enviar un comentario.