Suspiró haciendo que él replicara molesto cuando algunos pedazos de pescado se resbalaron por su piel hasta caer en la base donde se encontraba.
–Estate quieta… – Masculló cogiendo con unos palillos los trozos caídos y limpiando con una servilleta su vientre antes de colocarlos encima.
–¡Pero! – Se quedó ella.
Él la acalló con un dedo sobre sus labios y siguió afanándose en colocar el pescado, y lo que no era pescado, sobre el cuerpo desnudo de ella, tumbada boca arriba sobre la mesa de la cocina donde se suponía tenían que estar comiendo en ese momento y no soportando semejantes ideas de su pareja.
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