Relato Erótico: Una cita de ensueño

citalujo2Estaba siendo precioso el día que llevaban juntos. Desde por la mañana, cuando la despertó demasiado temprano como para que fuera hora de que un mortal se levantara, y la hubiera llevado en coche hasta la playa solo para ver el amanecer sentados en la arena con varias mantas encima por el frío que hacía, los dos juntos; las cosas no habían ido sino de bien a mejor, cada sorpresa superior a la anterior, que la dejaban pensando cómo iba a superarse la próxima vez que dijera: “¿Nos vamos?”.

La última había sido más que especial, una cena en uno de los restaurantes más románticos de la ciudad, decorado para San Valentín pero, además, completamente vacío, solo para ellos. Le había pedido que le dijera cuánto se había gastado en eso pero él solo había sonreído y cogido el tenedor para darle un trozo de uno de los profiteroles que quedaban en el plato, su dulce favorito desde que lo había descubierto con él un año atrás.

A pesar de sus intentos, no había conseguido nada y ahora se encontraba en la mejor suite del mejor hotel de la ciudad, con todos los lujos y atenciones que jamás podría haber pensando para ella. No dejaba de dar vueltas en la habitación viendo todo lo que la componía hasta que él la detuvo y la besó en la frente.

 –  Te vas a marear.

 – Estoy mareada. – Le indicó cogiéndose a sus brazos y aprovechando para abrazarlo. – Mareada por tantas cosas. Por Dios, dime que esto no te ha costado un riñón, o un corazón, o… La reverberación de la risa de él hizo que sonriera ella. Le encantaba escuchar esa risa que tanto la animaba a hacerlo reír más, mucho más.

 – Te prepararé un baño, creo que eso no lo has visto todavía.

Ella se separó y miró al lugar donde él le señalaba con la cabeza. Se acercó con algo de timidez y cuando abrió la puerta se volvió a él medio chillando.

 – ¡¿Eso es un baño!? ¡Es más grande que nuestra casa!

– Jajajajaja, si, bueno, no hace falta que compares. – No llegó a oírlo cuando ella entró en el mismo y volvió a quedarse sin palabras ante lo que veía.

Grifería de oro, paredes y suelos de mármol, estanterías ribeteadas con oro y madera de primera calidad y algunos diseños en las paredes que hacían que fuera un lugar lleno de tranquilidad. Escuchó el sonido del agua cayendo sobre una bañera enorme donde podían caber dos o incluso tres personas y oyó por otro lado una música que salía de no sabía donde. El olor a esencias inundó el baño e hizo que cerrara los ojos para percibirlo con más atención por su olfato. Tembló al notarlo a él detrás, sus labios besándola en la nuca mientras la iba desnudando lentamente.

Cuando estuvo desnuda, la ayudó a meterse en la bañera sin dejar que se sentara. Le echó agua por todo su cuerpo, una de sus manos sirviendo de esponja para acariciarla por todo el cuerpo. Procedió entonces a lavarle el pelo dándole un masaje y enjuagándoselo con cuidado de no hacerle daño. Fue entonces cuando se echó gel en las manos y volvió a ponerlas, esta vez las dos, sobre su cuerpo, deleitándose en las formas de éste, en cómo la espuma se iba creando y ella iba reaccionando a esas caricias que le profesaba.

Llegó a su centro y dos de sus dedos la abrieron dejando que el aire fresco la hiciera gemir de placer echando hacia atrás la cabeza. Rozó su botón, algo hinchado y siguió haciéndolo mientras la respiración de ella subía en intensidad y sus caderas empezaban a moverse por sí solas. Sin embargo, abandonó ese lugar para seguir por sus piernas, de ahí a los pies, para después enjuagarle la espuma que tenía y tumbarla en la bañera.

Accionó las burbujas y cerró los ojos alejándose un poco de la realidad, al menos hasta que sintió la presión de un cuerpo sobre ella y abrió los ojos apenas unos segundos antes de volver a tenerlos como antes cuando él la besó mostrándole la pasión y excitación que tenía entre sus piernas, su pene ya erecto y duro, caliente a pesar de que el agua también lo estaba.

Abrió las piernas y él interpretó el movimiento introduciéndose en ella lentamente, haciendo que se desesperara y ella quisiera moverse sin poder hacerlo por estar aprisionada.

 – Este regalo… – Murmuró él a sus labios. Se acercó al oído. – Durará toda la noche, cariño. Así que disfrutalo.

 – Si…

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